sábado, 15 de mayo de 2010

mañana del 23 de abril de 1945

La tierra comenzó a temblar antes de que se sintiera el agudo chirrido de las orugas del tanque. Niedermeier miró a sus dos compañeros: el que tenía a la izquierda, un SS llamado Dresner, acomodaba las cintas de municiones al son del chicle que mascaba en tanto el que estaba tirado a su derecha, un granadero de la 18ª apellidado Kummer, permanecía serio atento al sonido del carro enemigo mientras apretaba una granada con su diestra.

–Si hay infantería permanecemos y disparamos –repitió por enésima vez en voz baja el cabo a sus compañeros–; pero si sólo son tanques, disparamos un cargador y nos largamos, ¿entendido? Dresner y Kummer asintieron al igual que las veces anteriores. En los instantes que transcurrieron desde que comenzaron a escuchar el escalofriante ruido de las orugas hasta que por fin vieron el T-34 ruso, Niedermeier se dejó llevar a su Colonia natal y al recuerdo de Heidi. ¿Aún lo esperaría? ¿Estaría viva?

–¿Quién la carga? –sintió que le preguntaba el granadero sacándolo de su ensueño.

–¿Quién carga qué? –preguntó el cabo molesto.

–¡La ametralladora! –gritó Kummer para hacerse oír por sobre el sonido de los carros.

–¡El que pueda! –respondió aturdido Niedermeier.

El T-34 irrumpió en la escena seguro como el depredador que ingresa en la zona donde habitan sus presas. El cabo vaciló en apretar el gatillo. La duda fue recompensada. Como una manada de hormigas de súbito aparecieron un centenar de “Ivanes” por detrás del tanque.

Antes de que el cabo pudiese oprimir el gatillo, Kummer se levantó veloz y arrojó una granada a los infantes rusos. El estruendo de la explosión fue seguido por el sonido de la MG-42 que, por su alta cadencia de disparo, se asemejaba más a una sierra que al tableteo de una ametralladora.

En un abrir y cerrar de ojos, más de quince rusos se esparcían en el suelo entre muertos y agonizantes. Excitado por la faena, el cabo siguió vaciando cintas en tanto Dresner lo abastecía y Kummer lo cubría cada vez que había que recargar municiones. Olvidados del blindado enemigo, los tres alemanes recién repararon en el peligro que aquél representaba cuando el cañón de 76,2 milímetros tronó y destrozó una pared que tenían a sus espaldas. Aturdidos por el impacto, la ametralladora se silenció.

Con los oídos zumbándole Kummer alcanzó a refregarse los ojos para ver que el blindado descendía el ángulo del cañón directo a su posición. Instintivamente manoteó del hombro al compañero que tenía a su lado y se largó a correr. Niedermeier aturdido por el impacto se dejó sacar del lugar mansamente.

Estúpida pero valientemente, Dresner, en vez de correr, tomó la ametralladora y tuvo tres segundos en los cuales descargar su ira antes de recibir un impacto de lleno. Hombre y arma desaparecieron al unísono como por arte de magia.

Refugiados entre los escombros de una edificación, Kummer y el cabo permanecieron por un instante callados a la espera de reponer energías. Agitados, con las gargantas pastosas y los corazones a punto de estallarles, se miraron uno a otro para confirmar que estaban vivos y enteros.

–¿Y ahora? –preguntó Kummer.

Niedermeier se tomó su tiempo para responder. Salir a la calle era poco menos que un suicidio, por lo tanto deberían intentar llegar a la nueva posición de Zorc avanzando entre los edificios. –No podemos demorarnos, nos empezarán a buscar en cualquier momento –el cabo hizo una pausa para llevar un poco de agua a su garganta reseca–, iré adelante abriendo camino. Tú me cubres.

A Kummer le pareció sensato lo propuesto por su camarada. Con su fusil de asalto Stg 44 de treinta disparos tenía más probabilidades de cubrir la retaguardia que el cabo con su pistola Walther de ocho.

–Si la cosa se llega a poner fea, corremos sin mirar atrás –sentenció el cabo.

–Me parece justo –acordó el granadero de la 18.ª, y agregó–. Te sigo.

Avanzar entre los edificios no era fácil, pero tampoco imposible. Gracias a los bombardeos de los angloamericanos y el reciente fuego de artillería ruso, no había edificios intactos en Berlín. Sólo con un poco de paciencia e imaginación bastaba para encontrar el paso de una construcción a la otra. Obviamente, no era lo mismo realizar dicha actividad con tiempo y tranquilidad a tener que llevarla a cabo con un regimiento de rusos a las espaldas.

El cabo Niedermeier de a poco fue progresando entre escombros y paredes endebles. Tras algo más de una hora de arduo trabajo, logró llegar al inevitable cruce de calle. Indeciso, sin atreverse a cruzar la calzada, esperó a ser alcanzando por su compañero.

Luego de quince minutos, Kummer apareció.

–¿Dónde mierda estabas? –lo inquirió malhumorado el cabo.

El granadero pareció dudar entre contestar con otro insulto o reír. Optó por lo segundo.

–¿Qué pasó? –repreguntó Niedermeier más tranquilo.

–Un Iván se interpuso en mi camino y tuve que ser silencioso –Kummer mostró su cuchillo manchado con sangre para afirmar sus palabras.

–¿Estás herido?

Kummer negó con un movimiento de cabeza.

Tras aguardar otros quince minutos para ver si advertían algún movimiento extraño. Los dos soldados se decidieron a cruzar al unísono ya que, en caso de haber enemigos, el que cruzara segundo quedaría muy expuesto.

–Tres, dos, uno –contó el cabo y salió disparado.

Kummer lo siguió pegado como una sombra. No hubo disparos.

Sin tomarse tiempo para descansar, siguieron avanzando. Zorc no debía estar a más de cinco o seis edificios de donde ellos estaban. Mientras caminaba, Niedermeier súbitamente recordó que había perdido la ametralladora. El sargento se pondría furioso con él. Maldijo su mala suerte.

8 comentarios:

  1. Amigo muy bueno , es como estar ahi se siente uno participe de la accion , esperando el siguiente relato !!!

    Saludos desde Chile

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  2. Coincido con lo de Panzer!! nos trasladas virtualmente en el tiempo y espacio, te felicito!!

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  3. Yo tambien coincido!! es un relato muy bueno, que te atrapa! Espero el proximo!!

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  4. mi amigo muy buen relato te felicito.
    me siento como si fuera parte del grupo
    solo espero seguir vivo para saber lo
    que va a suceder.

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  5. Trataremos de que no te alcnace ningún francotirador, que abundan en la zona.
    Saludos y gracias.
    Gracias Cumasch, Panzer y ánonimo.
    Saludos

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  6. Muy Bueno nene....venis como loco con esta historia ....te re felicito

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  7. Excelente!!!!! Camarada

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  8. rgdeco2009 y Jorge gracias por sus comentarios. Mañana hay una nueva entrada.
    Saludos

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